viernes, 31 de octubre de 2008

I Chapter

El brillo rojo anaranjado reflejado en sus ojos calaba en mi memoria y me transportaba al lejano pasado.

Aquel día hubo mucha neblina, el aire estaba cargado de humedad, una fría y penetrante humedad que podría haber sentido hasta en mis huesos. El cielo cubierto de nubes manchadas de un tono rojo anaranjado disipaba la oscuridad en reemplazo de una luna ausente. Era bastante grande para ser considerada una simple casa, pero no era lo suficiente para ser una mansión. Con mucho esfuerzo mis abuelos, y después mis padres trabajaron para terminar de construir aquel lugar al que por poco tiempo llamé hogar.

Aquella noche está grabada con fuego en mi memoria, como las inscripciones grabadas en mi espada. Recuerdo muy bien aquella inscripción, también fue grabada con fuego en mi mente. Factum ut êventum. Hacemos que pase.

Nunca se supo la forma en que comenzó el fuego, pero bastaron unas horas para que destruyera todo, incluida parte de mi familia, como mis hermanas pequeñas y mi abuela, que no tuvieron la menor oportunidad ante el abrazo aterrador de las llamaradas que brotaban por todos lados, como queriendo huir de aquel lugar. Se decía que solo el fuego del infierno causaba esa clase de destrucción, lo cual para la gente del pueblo parecía tener sentido dado que tanto mi abuela como mi madre practicaban medicina espiritual; así la llamaban ellas. Para algunas personas eran simples brujas que debían ser castigadas. Y eso pasó. Algunas personas aseguraban haber visto demonios rondar la casa antes de aquel monstruoso incendio.

Desde entonces las cosas no han cambiado mucho. Solo la forma de algunas de ellas, el fondo sigue siendo básicamente igual. El animal más grande se come al más pequeño. El más fuerte derrota al más débil. El más apto sobrevive y el inepto perece. Hasta ahora he sobrevivido sin grandes dificultades, hasta ha sido fácil en ocasiones.

Provengo de una familia poco numerosa, humilde y sacrificada, pero que ha sido recompensada por su trabajo. Mi abuelo era dueño de algunas fincas, a las cuales accedió mediante su propio sacrificio; muchos años después entendí que era en sentido literal. Mi abuela era hija de un banquero, y desposó a mi abuelo cuando éste alcanzó un alto status social debido a los bienes raíces que poseía y comercializaba.

La historia con mi padre no varía mucho. Él recibió todos los bienes de mi abuelo después de su muerte. Un trágico accidente. Inexplicable. Pronto mi padre fue un respetado hombre, en sociedad tenía su fama de libertino, pero nunca fue visto en nada. Mi amada madre era la única hija de una pequeña y pero bastante acomodada familia. Su matrimonio con mi padre fue forzado, dado que mi abuelo materno descubrió a mi padre quitando la honra de mi madre, y no precisamente con la aprobación de ella. Pocos meses pasaron desde aquel evento, que precedió el fallecimiento de mis abuelos maternos, también por causas no esclarecidas.

Mi familia se volvió más rica e influyente, y del evento que gatilló la unión de mis padres provengo yo. Mi padre nunca me quiso, y nunca me importó realmente. Tenía todo lo que un niño pueda desear, y más. Mi madre me amaba muchísimo, con frecuencia me decía que yo era lo único bueno que mi padre le había dado. Recuerdo ese brillo cristalino en sus ojos cuando sus recuerdos afloraban.

En un parpadeo pasaron varios años, y mi padre pagaba a un profesor privado que me enseñara. Y pese a la negativa de mi madre, mi mentor vivía en nuestra casa. Aprendí sobre economía, política, música y matemáticas. Aprendí literatura y un par de idiomas. Aprendí a montar a caballo como los príncipes del no tan lejano pasado; la esgrima como deporte y defensa, a tirar con arco y algunas sutilezas con dagas. Aprendí sobre el mundo, viajé con mi mentor durante varios años y me vi en el principio de ser el hombre que quería ser.

Tenía muchos planes, muchas ideas; sarcástica es la vida, y cruel en ocasiones. Conmigo lo fue en más de una oportunidad. Durante mi viaje de educación mi madre enfermó, me escribió; más mi padre nunca permitió que se enviara una sola carta. Hasta el día de hoy le odio por aquello. No dejarme saber que mi madre, mi amada madre estaba muriendo en mi ausencia.

A pesar de llevar un par de meses muerta, hice celebrar un segundo funeral. Era mi derecho como primogénito y único hijo.

Después de las palabras del sacerdote; que con voz apagada e informe, como cansado de repetir siempre lo mismo, como aburrido de interpretar siempre el mismo papel; se retiró, y quedé solo frente a la tumba de mi madre, sumido en amargura y tristeza. Parecía una buena idea abandonar todo, privar a mi padre de su heredero y sucesor.

-En tu lugar no haría eso, muchacho.- sonó un susurro, traído por el viento de aquel anochecer de otoño. Al principio creí que eran mis pensamientos, que contra todo lo esperable, en el fondo apreciaba a mi padre. Luego de un instante; tenso y silencioso; oí las pisadas de alguien más. A mis espaldas.

Me volví, con lentitud a causa de mi estado anímico, pero mi corazón aceleraba su paso, como si pudiera mirar el futuro y saber lo que me esperaba.

-¿Quién es usted? ¿Cómo osa irrumpir en propiedad privada?- pregunté utilizando todo el enfado que pude poner en mis palabras; las que chocaron contra un muro impenetrable, como gotas de agua contra roca solida.

-Vengo a daros mis condolencias.- resonó la grave respuesta, como un sonido proveniente de todas direcciones.

Me sorprendí por la estampa de aquel hombre. Alto, de largos y oscuros cabellos, de rostro pálido y orgulloso como esculpido en mármol blanco por algún artista; de ojos siniestros y brillantes con una penetrante mirada, que incomodaría incluso a un muro de roca sólida. Iba vestido con un traje como hecho a su medida de tejidos opacos y brillantes, con una negra y larga capa, con símbolos bordados en un costado con hilos escarlata brillantes. Llamativos y siniestros. En sus manos enguantadas, sostenía un bastón de madera oscura, pulido y finamente tallado.

-¿Sus condolencias?- pregunté en tono irritado, y repetí con gravedad. -¿Quién es usted?

Mi corazón latía veloz. Algo me incomodaba de ésa situación pero no sabía que era.

-Soy Anton Valvert. Tu madre trabajó para mí.

***


Cap. Gado
F.G. 20083110

1 comentario:

Anónimo dijo...

una historia sorprendente....aunque no se que me sorprende mas si la historia o el autor, mis felicitaciones para quien escreibe estas lineas....ya quiero saber mas de ella asi que "amarra tus escritos sueltos", te quiero
Tianny